César Atahuallpa Rodríguez
Arequipa, 1899-1972
Su verdadero nombre era César Augusto Rodríguez Olcay,
pero el agudo poeta Percy Gibson le hizo notar que si quería llevar el nombre
de un emperador sería mejor que tomara el de un Inca, y se quedó con el de
César Atahuallpa. Formó parte del grupo de poetas llamado “Aquelarre”, por su afición a las
tertulias nocturnas. Escribió poesía de dos clases, una personal y oscura, la otra
cívica y luminosa. A esta última pertenece el poema llamado “Ofrenda Cívica”,
que es uno de los mejores homenajes que se ha hecho a la ciudad.
Ofrenda cívica
Poema
Recitado por Giuliana Murgía
Señor
Gobernador y muy Magnífico,
Manuel Garcí
de Carbajal:
cuatro
centurias hace que tu diestra
diera el
bautismo a esta ciudad,
trayendo un
poco de simiente
del valle
genitor de Camaná;
y aunque, con
mucho, se te anticipara
Mayta Capac,
el Inca, en el fundar,
tú le
insuflaste el hálito de vida,
para la
eternidad.
Y aquí la
tienes siempre joven,
siempre
arrimada a su volcán,
sin que la
noche de los tiempos
la llegue
nunca a madurar.
Ella surgió de
la plutónica
marea blanca
del sillar
y de su sol y
de su cielo,
formando a
tumbos el aduar.
Junto al gran
óleo de su campo,
que lo hace
más patente el arenal,
es una mezcla
de poeta,
de demagogo y
militar.
Mujer, en la
apariencia, cuando sueña;
varón en
realidad:
porque sus
sueños son la trama
de un
turbulento meditar.
Como española
fue impetuosa,
como mestiza
¿qué será?
Del maridaje
del acero hispano
con el bronce
racial
ya se percibe
la rotunda síntesis
de este nuevo
metal.
Brillante en
los caudales de Martínez;
sombrío en la
tristeza de Melgar;
repujado en
Corbacho;
manopla en el
Deán;
multisonoro en
el concierto
de los tres
Paz Soldán;
ojo de luz en
la linterna
con que Rivero
explora la verdad;
pululación
fosfórica en Calienes
ardiendo en
humildad;
en Toribio
Pacheco pluma de oro
con visos de
genialidad;
seso en
Garaycochea;
cañón en
Bonifaz;
fibra de santo
y de Quijote
en Juan Manuel
Polar;
y en el
pueblo, de rica sangre plástica,
cantera
inextinguible en qué tallar.
Ella que tuvo
cuna pobre,
porque fue
pobre su solar,
luchó, como lo
ves, con brazo fuerte
sin cansarse
jamás;
transformando
el terrón en sementera
con un
instinto vegetal.
Y juntamente
con el surco
se puso el
alma a germinar,
irrumpiendo
Arequipa: este vivero
de hombres y
fuerzas para dar;
pues
consonante con el trigo
granó sus
frutos la Universidad.
Esta es la
Villa que fundaste;
esta es tu
siembra, Carbajal;
tan promisora
y tan muchacha,
como si fuera
a comenzar.
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