AUDIOLIBRO
Francisco Mostajo Miranda
Arequipa, 1874-1953
Fue su amor imposible, la Poesía, que cortejó siempre sin obtener jamás sus favores. Se distinguió como abogado, historiador, escritor, orador, pero no como poeta. El pueblo lo quería como a nadie, era su caudillo; pero de su fatigada pluma nunca salió un poema memorable. Soportó otros reveses vitales, como la notable fealdad de su figura, la pobreza, el odio; pero no la falta de talento poético. Sin embargo, intentó conquistar a la esquiva musa con terco afán. Son una muestra estos dos sonetos inspirados en la ciudad que tanto quería.
Sillar del conocimiento |
Recitado por Giuliana Murgía
SILLAR
Cuando el Misti el cráter era averno,
fue ceniza
espectral o lava hirviente:
lo enfriaron
los siglos de lo eterno
y lo enterró el páramo inclemente.
Pero hoy de
albas canteras sin memoria
el obrero lo
corta y lo desbasta,
y es blanco,
blanco, con blancor de gloria,
cual si fuese hecho con nivosa pasta.
Se construye
Arequipa y reconstruye
con el sillar
fue loza en sus aceras
y fue bloque heroico en sus trincheras.
Su arte en la
erguida bóveda confluye
y es en la
Catedral himno que arranca,
Arequipa es
por él la Ciudad Blanca.
Chicha
Chicha
De incaicos
maizales es su casta,
cuando
Arequipay al decir el Inca,
hacia el Sol
de oro, hacia la tierra vasta,
su rubio
elixir contra el aire «tinca».
Y la india
entonces y después la chola
enclavan el
«pendón» en su cabaña,
y va hasta
ella el español de gola
y va el
mestizo, de burgués calaña.
En grandes
vasos de cristal relumbra,
color de
venturina o color de oro,
y la toma el
doctor y al pobre alumbra.
¡La Chicha!
arequipeño, no te azores,
cuando te la
voceen por desdoro,
¡Salud! grita. Es licor de Emperadores.
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